martes, 26 de diciembre de 2017

Obras maestras navideñas: El Apartamento


Película
Título: El Apartamento
Duración: Dos horas

Año: 1960
Director: Billy Wilder
Género: Tragicomedia, comedia romántica

(Ésta es una película navideña porque se ambienta en esta época, no porque salga Papá Noel volando)
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El Apartamento está considerado como una de las mejores comedias de la historia, aunque destaque por mucho más que provocar risas. No vive obsesionado con ello, como una Scary Movie  o un tebeo de Mortadelo y Filemón con gags en cada viñeta.

El centro de gravedad es un guión solidísimo y sorprendente, así que todo resulta más o menos igual de impredecible que la vida misma. La trama ha sido estructurada de tal manera que surgió una película tranquila en la que siempre está pasando algo.

Esto no es contradictorio, es maravilloso. Existen películas nerviosas pero lentas, con tiroteos que no llevan a nada o palabras que tampoco dicen. Y filmes acelerados; despeñándose personajes, subtramas y secuencias enteras acantilado abajo.

Aquí todo está al punto, pasa cuando tiene que pasar; y eso que ocurre son pequeños detalles, pero se intuyen más relevantes que un estallido en la estación espacial internacional de otra película. Conseguir que nos preocupemos por lo más pequeño, ya sea los restos en un sofá o la manera correcta de preparar espaguetis, es un logro enorme, solo al alcance de los mayores maestros.

¿Cuál es el asunto? "Respetables hombres casados" necesitan un lugar indicado para culminar los encuentros con sus amantes, y un pringado de oficina les facilita su apartamento. Destaco aquí la amplitud: tanto situaciones como lugares se aproximan a infinito, dándoles un sabor "kafkiano" interesante.

Es interminable la sucursal, así que las probabilidades de ascender en ella resultan más bien escasas. 
Para lograrlo, el protagonista se mete en un buen lío de jefes, subjefes y llaves que tampoco parece  tener fin. Y cuando le carcome el desamor, se sienta a un banco tan extenso que apenas cabe en el plano, por lo que el cámara se ve obligado a distanciarnos de un diminuto, vencido y solitario trepa de oficina.

Por otro lado, me pasa una cosa rara con esta película, lo cual ya me ocurrió con Michel Houellebecq, y es que no sé muy bien cuándo critica al machismo y cuándo es machista ella. Así, la señorita Kubelik le dice al "antagonista" principal de la cinta, con quien tiene la misma química que tío y sobrina: "-Olvidas que tengo una cita? (con otro)"; a lo que él contesta "-¿Olvidas que te quiero?".Y la rapta, poco menos. 

Él ejerce labores de villano, pero es que el protagonista, con quien suponemos que aparece reflejado el "hombre corriente" no es mucho menos incisivo, y consigue quedar con ella gracias a esa misma insistencia. Cuando la fiesta en la oficina, a pesar de no existir todavía confianza ninguna entre ambos, la agarra del brazo porque sí. 

Obviamente, no llega al nivel de los jefecitos con mano desencajada del cuerpo, que le tocan el culo sin disimular, puesto que para ellos las ascensoristas son cosas, como los ascensores, les miras las caderas y mientras te suben a la planta decimonovena.


Una de las escenas más características de El Apartamento

Ésta, reconozcámoslo, es una película en la que por norma general los hombres son pesados, aprovechados y más o menos insensibles; y las mujeres viven desesperadas por ayuda, o sea, al borde de la muerte.

No sé si la mayor representación de esto se da en Kubelik casi suicidándose o aquella mujer con marido en Cuba que habla raro, pongamos, como Rajoy: "Eshtoy shintiendo eshcalofríosh sholo de pensharlo (...); no sheas tan apashionadoooo"; deseando abalanzarse sobre el primer hombre que pase con un sombrero en la cabeza, igual que se tiran las botellas de leche en el contenedor de envases y plásticos.

Por su parte, el gran actor Jack Lemmon, en su papel de pringadete, sufre un poco (no descaradamente) "la paradoja del actor guapo". El nombre me lo acabo de inventar, el fenómeno me parece muy común. Esto resulta de la convergencia de que la gente que ha fracasado tiende a ser fea o a aparentar fealdad; y los actores protagonistas de grandes producciones tienden a ser guapos; entonces, cuando haces una película protagonizada por un "looser", es inevitable el choque de trenes. 

Esto, que es aquí un comentario como cualquier otro, alcanza cotas de sinsentido en otros intentos cinematográficos, donde la representación de alguien "feo" es un supermodelo con gafas y brackets. A su vez, los malos suelen ser interpretados por actores menos agraciados, así que el triángulo amoroso de El Apartamento; disputándose el ángulo femenino un hombre joven, bueno y guapo y otro más viejo, serio, malo y feo; le parecerá a mucha gente un nudo demasiado fácil de desenmarañar.

No puedo terminar este análisis sin dejar de mencionar al cuñado de la señorita Kubelik, que entra así en casas ajenas: "Hola, soy un señor cabreado, doy golpes a la gente y me molestan cosas". Éste dispara y ni siquiera pregunta después, dudo que conozca el signo de interrogación. 

Me está quedando muy crítico esto. Ya elaboré en su momento una reseña de otra película de este fantástico director, Primera Plana, más graciosa que ésta, pero considero a El Apartamento mejor, más profunda, con una historia que interpretaré como Unamuno interpretó a El Quijote: a través del poder transformador del amor, que nos mueve a la eternidad.

Porque Baxter era un tramposo, un rata que solo a la luz de un enamoramiento desatado vio las llagas que se estaba haciendo en el alma, y emprendió un viaje interior para hacerse digno de quererse y ser querido.

En resumen: el amor consiguió que un muerto en vida brindara por ella y más allá de ella. Así que Baxter, el antaño sucio e inexistente Baxter, se ha hecho eterno en nuestras pantallas, y eternamente dice NO a la llave del baño de encargados, y se queda la otra, que es la de su dignidad, el reino de los cielos, el corazón de la señorita Kubelik, la libertad o como queráis llamarlo vosotros, que aún mirando la misma película no miráis la misma película que yo, porque entre planos también nos observamos un poco a nosotros mismos. De eso trata el arte.

NOTA: 8,5

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